Monday 20 October 2014

Poemas


Queridos Alumnos:

Como les he prometido, aquí les mando tres poemas de César Vallejos, el poeta peruano del que les hablé y que conocieron en la evaluación, para que lo aprecien en todo su esplendor. Les pediré que los lean, revisen los términos que no comprendan y los traigan para la semana próxima que los analizaremos en clase. Como tarea les dejo que busquen los datos más importantes de su biografía. ¡A trabajar y que lo disfruten!
Prof. Corina Ofelia Laita



POEMAS DE CÉSAR VALLEJOS

AMOR PROHIBIDO

¡Subes centelleante de labios y de ojeras!
¡Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras!

¡Amor, en el mundo tú eres un pecado!
¡Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!

Espíritu en el horópter que pasa…
puro en su blasfemia,
el corazón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!

¿Algún penitente silencio siniestro?
¿Tú acaso lo escuchas?¡Inocente flor!
¡Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!




AUSENTE

¡Ausente! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.

¡Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.

¡Ausente! Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos.



LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!




No comments:

Post a Comment